domingo, 7 de mayo de 2017

Guerra en el Magdalena Medio


La Hacienda Nápoles, lugar de residencia de Escobar durante varios años, actualmente funciona como un parque temático y aún conserva la fauna exótica traída por el criminal.
Como la política de negociación de penas también cobijaba a los paramilitares, muchos miembros de las organizaciones afincadas en Córdoba, el Magdalena medio, la Sierra Nevada, Boyacá, el Valle del Cauca y los Llanos Orientales se allanaron a las autoridades confesando solamente el delito de porte ilegal de armas, amparados todos ellos en los decretos 2047 y 3030 de 1990 y 303 de 1991. El grupo más grande al mando de Ariel Otero desmovilizó a 400 de sus integrantes en Puerto Boyacá, mientras en Córdoba Muerte a Revolucionarios del Noreste (MRN) de Fidel Castaño entregaba 600 fusiles, y algunas porciones de tierra como supuesta compensación a los campesinos despojados de sus parcelas. También un reducto de cerca de 200 hombres, antiguamente mandados por Rodríguez Gacha se acogió a la amnistía en Pacho (Cundinamarca). En consecuencia, a partir de 1992, se observa una importante reducción de los asesinatos de civiles, atribuidos a las autodefensas en los años anteriores. Pero en la práctica estas estructuras siguieron activas, manejando un bajo perfil. Las autodefensas en el Magdalena medio, se vieron envueltas en una brutal lucha con sus antiguos socios narcotraficantes a partir de 1990. Henry Pérez, el primer comandante había sido asesinado por un pistolero durante la celebración de la fiesta de la Virgen del Carmen en julio de 1991, y Ariel Otero su sucesor alineado con el Cartel de Cali, correría la misma suerte a principios de 1992. La fuerza sobreviviente se atomizó y algunos de sus restos entraron al servicio de Escobar, mientras otras bandas como la encabezada por Ramón Isaza, se replegaron de la zona. Mientras tanto, en la parte sur de la región, cerca a Honda, cobró protagonismo Jaime Eduardo Rueda Rocha, el asesino de Galán, evadido de la cárcel hacia un año y ahora jefe de una partida de 150 criminales. Buscando posicionarse como líder máximo mató y descuartizó al alcalde de Puerto Boyacá en marzo de 1992, para luego arrojar su cuerpo y el de 4 de sus acompañantes al río Magdalena. Pero su ascenso fue cortado por una patrulla del GOES que lo abatió a él y a 6 miembros de su cuerpo de seguridad en un restaurante de Honda el 14 de abril del mismo año. Tras su muerte, la actividad de las autodefensas en la zona disminuyó considerablemente, ya que estas optaron por mimetizar sus actividades delincuenciales. Eliminado Escobar en diciembre de 1993, Ramón Isaza retomaría el control del estratégico territorio.
Al final no obstante, los grandes esfuerzos realizados en los primeros años de la década del noventa para lograr la desintegración de las estructuras más poderosas y con mayor cubrimiento territorial, los grupos paramilitares tuvieron un nuevo impulso a finales del cuatrienio Gaviria. Fue así como, con posterioridad a la muerte de Escobar en 1993, las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), bajo el mando de Fidel y Carlos Castaño, protagonizaron una significativa expansión, con el apoyo de cientos de desmovilizados del EPL, masacrados metódicamente, ellos y sus familias, por las Farc y la disidencia de Francisco Caraballo.

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